Por Cristian Silva
Coordinación regional sur
La economía social es un proceso colectivo que por un lado, es visible en prácticas concretas y localizables, y por otro, en valores y proyectos: es “otra” economía, con otras reglas, otras relaciones de poder más democráticas y otro sentido estratégico, que contempla no sólo el bienestar de todos y todas, sino a las generaciones por venir.
Por ello es importante pensar este proyecto como una realidad alcanzable, utopía que marca el sendero y permite avanzar a logros realizables. Es construir mediante un camino que requiere esfuerzo y compromiso de todos los actores sociales involucrados, desde las organizaciones hasta las estructuras gubernamentales.
Se trata de recuperar los beneficios producidos colectivamente que contribuyan al bien-vivir y no a la posesión de bienes materiales, de goce postergado en la adquisición de lo que el mercado siempre posterga, mercado que es el fetiche del capitalismo que produce un sistema desigual que reserva para unos pocos la posibilidad de vivir. De forma que un proceso de construcción de otra sociedad que implica y requiere la economía social no puede ser desarrollado desde una perspectiva solamente ideológica, sino que precisa de la interrelación, del cruce y multiplicación de haceres, en síntesis, de un pensamiento que se concreta colectivamente, en ese cruce dialogo-contradicción –podríamos decir, imbricación de práctica-reflexión.
Es importante advertir que la economía social no es un “refugio” transitorio en una época de crisis hasta que vuelva ese mundo –soñado- de empleo para todas las personas, porque estamos en un tiempo en que el capital –en su proceso de acumulación y maximización de capital- no puede –siquiera quiere- asegurar el empleo para todos los trabajadores, sino que es un sistema que expulsa a las personas en su mismo desarrollo y proceso de acumulación, Pero a su vez, tampoco podemos pensar que la Economía social es una “economía para los pobres”, sino que la economía social y solidaria es una economía distinta, y es para tod@s, nos implica a tod@s, y nos obliga a discutir y a construir una nueva relación entre las personas, entre sociedad y economía, entre economía y naturaleza.
Por ello decimos que la ESS es un sistema integral que agrupa actividades de producción, distribución y consumo que recupera el valor de las personas como actores con capacidad de lograr autonomía en sus trabajos y sus vidas. Aquí radica uno de los rasgos primordiales de la ESS, el respeto por las personas en su contribución a partir de sus saberes –múltiples, heterogéneos- y de sus experiencias.
De está forma, uno de los desafíos que enfrenta la economía social y solidaria tiene que ver con cómo construir una economía plural, que no sólo contradiga y dispute la hegemonía del proceso de acumulación capitalista, sino que también ponga en entredicho la lógica de dominación que supera al propio capitalismo y atraviesa al Estado. Una de las formas que se observa es que la construcción del campo de la ESS tiene que ver con la formación de activistas, personas con capacidad de impulsar procesos participativos, creativos que articulen distintos niveles de la sociedad.
A razón de que no podemos quedarnos en el pensamiento de lo micro, a lo cual se impulsa muchas veces la economía social, esto sería quedarnos con el acontecimiento, disperso, fragmentado, por ello, la lucha hegemónica tiene una raigambre en la disputa por orientar los acontecimientos, sino nos quedaremos atrapados en acciones de contención, sin respuesta activo y de lo que se trata es de como atravesar las tensiones que se producen en está disputa por orientar el acontecimiento sin hegemonizarlo. Allí radica la perspectiva de la Economía social y solidaria, la que persigue una nueva configuración de la sociedad sin expulsar la vida de algunas para asegurar la vida de pocos, sino que persigue asegurar la vida de todos y todas.